Rubrik: Espaņol

Disparar para que no cambie nada

UMBERTO ECO

EL PAIS Martes, 26 de marzo de 2002

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Se siente cierta incomodidad al reflexionar (y más aún al escribir) sobre la vuelta del terrorismo. Da la impresión de volver a copiar al pie de la letra los artículos escritos en los años setenta. Ello nos demuestra que, aunque no sea cierto que no haya cambiado nada en el país desde aquella década, sí lo es que no ha cambiado nada en la lógica del terrorismo. Es la nueva situación en que reaparece lo que induce, si acaso, a hacer una relectura en una clave ligeramente distinta.

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Se dice que el acto terrorista aspira a la desestabilización, pero se trata de una expresión vaga, porque el tipo de desestabilización a la que puede aspirar un terrorismo 'negro', un terrorismo de 'servicios secretos desviados', y un terrorismo 'rojo' es distinta. Asumo, mientras no se demuestre lo contrario, que el asesinato de Marco Biagi es obra, si no de las auténticas Brigadas Rojas, sí de organizaciones con principios y métodos parecidos, y en este sentido usaré de ahora en adelante el término 'terrorismo'.

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¿Qué se propone normalmente un acto terrorista? Dado que la organización terrorista persigue una utopía insurreccional, aspira sobre todo a impedir que oposición y gobierno lleguen a acuerdos de cualquier tipo, tanto si se alcanzan, como en tiempos de Aldo Moro, mediante una paciente labor parlamentaria, como a través de un enfrentamiento directo, huelga u otras manifestaciones con vistas a inducir al gobierno a revisar algunas de sus decisiones. En segundo lugar, aspira a empujar al gobierno a una represión histérica, que los ciudadanos sientan como antidemocrática, insoportablemente dictatorial, y por lo tanto hacer que estalle la insurrección de un amplio sector preexistente de 'proletarios o subproletarios desesperados', que sólo esperaban una última provocación para iniciar una acción revolucionaria.

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A veces, un proyecto terrorista tiene éxito, y el caso más reciente es el del atentado contra las Torres Gemelas. Bin Laden sabía que en el mundo había millones de fundamentalistas musulmanes que sólo esperaban para sublevarse la prueba de que el enemigo occidental podía ser ' golpeado en el corazón'. Y en efecto así ha sido, en Pakistán, en Palestina, y también en otros lugares. Y la respuesta estadounidense en Afganistán no ha reducido, sino reforzado, ese sector. Pero para que el proyecto tenga éxito hace falta que este sector 'desesperado' y potencialmente violento exista, y cuando digo existir quiero decir como realidad social.