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El comercio justo

 

Aunque uno esté convencido de la hermandad entre los hombres, y de que son iguales los derechos de todas las personas sin importar dónde hayan nacido, sabemos también que esta idea humanista no se lleva a cabo hasta sus últimas consecuencias en ninguna parte. Que hay unos ”más iguales que otros” es una expresión orwelliana que se usa para diferenciar la realidad de la retórica. Solamente ciertas personas que han tenido la fortuna de nacer en una región geográfica pueden cruzar las fronteras y buscar en otro país un refugio o un trabajo. La legislación de inmigración no está basada en la justicia o la necesidad de asilo, sino que es un muro de contención alrededor de la fortaleza impenetrable en que se ha convertido la Unión Europea (UE). La industria y la agricultura nacionales son defendidas con la misma tenacidad contra el libre comercio. Al mismo tiempo que los países desarrollados propagan por el libre comercio.

La Unión Europea (UE) paga directamente a los campesinos 450 mil millones de coronas suecas. Esto corresponde a casi la mitad del presupuesto de la UE para el 4% de su población. Los Estados Unidos subsidian también fuertemente la agricultura. Como consecuencia directa de esto salen perjudicados los productos agrícolas de los países en desarrollo, estas políticas encarecen los productos para sus propios consumidores con sobreprecios innecesarios y al mismo tiempo contribuyen a un comercio injusto en donde el productor recibe una mínima parte por sus materias primas mientras el consumidor paga el sobreprecio. La diferencia va a los intermediarios o a los estados ricos que reciben ingresos arancelarios que en justicia deberían pertenecerles a los países productores. Estas políticas contribuyen al subdesarrollo mundial porque no favorecen ni al productor ni a los países productores. Después dan la ayuda a la cooperación internacional entre las protestas ensordecedoras de los partidos de extrema derecha, por no dárseles prioridad a los gastos de educación, salud y atención a la tercera edad del país donante.

A los latinoamericanos nos da rabia ver las políticas aperturistas del subcontinente con dinero ajeno. ¿Por qué si empresarios y campesinos se rompen el lomo tratando de producir leche por ejemplo, y tienen que aumentar los precios por el aumento de los costos de producción, se importa leche subsidiada de Holanda o Norteamérica en aras del libre comercio? Eso es ir contra un nacionalismo sano y un atentado al desarrollo. Todos los países que hoy pertenecen al club de las naciones más desarrolladas, consiguieron sus avances protegiendo sus productos. Es cierto que la libertad de comercio puede mejorar la calidad al estimular la competencia, pero ¿cómo competir si los demás no se abren, sino que protegen y subsidian? La apertura unilateral del tercer mundo ha sido algo parecido a un suicidio comercial. Con la hoja de respuestas en la mano podemos constatar que hoy estamos mucho más pobres que hace diez años.

Las preguntas centrales son ¿en qué ayuda al desarrollo mundial estos tipos de subsidios? ¿Se puede lograr un comercio internacional más justo? ¿Cuál es el papel de la cooperación internacional en este contexto?